miércoles, 23 de enero de 2013

Pruebas de que Dios existe ideales para hacer una nota

Cuando uno decide estudiar periodismo en una universidad católica, como en mi caso fue la UCA, se enfrenta una dicotomía: la profesión exige hablar a partir de pruebas fehacientes, y la existencia de Dios no puede ser demostrada con hechos empíricos. Sin embargo, existe un camino para explicarle a nuestro editor que Dios existe y así escribir una nota fantástica. Empecemos:

No hay una factura a nombre de Dios, así que debe tener todo en negro.

Tampoco tiene DNI, así que no vota y, por lo tanto, no le interesa la política.

La AFIP no tiene registros de pago de impuestos a su nombre. Ergo, evade.

Dios jamás estacionó mal o la grúa le llevó el auto, entonces se deduce que no tiene auto (sirve para recuadro: Dios no sabría manejar).

Jamás solicitó subsidios a ningún gobierno. Por lo tanto, Dios no es empresario del transporte, la energía y otras actividades.

No hay fotos de Él (de Dios, eh) ni salió en películas. Así que no es fotogénico (La nota se puede ilustrar con nubes atravesadas por rayos).

Las cámaras de seguridad de las canchas nunca lo filmaron. Entonces no le gusta el fútbol. Y como los domingos está en la iglesia, tampoco le importa el TC.

En el archivo no hay nada de Él (de Dios, eh). Fotos, notas, videos... ¡Nada! Por lo que se deduce que es de perfil bajo.

Muchos políticos de distintas partes del mundo lo nombran seguido. Así que debe tener el pasaporte al día y hasta una visa especial.

Jamás se presentaron demandas contra iglesias que usan su nombre sin permiso. Entonces no tiene registrada la marca.

Más allá de varias modelos disfrazadas de angelitos, nunca se le conocieron novias o novios. Se le podría poner pimienta a la nota diciendo que Dios sería virgen. 

Se deduce que es pacífico, ya que no se registraron jamás entradas a comisarías.

Goza de buena salud, porque nunca estuvo en una guardia.

No aparece en el Veraz, en deudores de patentes o en deudores alimenticios. Ergo: Dios sólo maneja efectivo y es prolijo con el dinero.

No tiene página web, ni Twitter ni Facebook. Quizás no le gustan las redes sociales o simplemente no sabe usar Internet.

Tampoco pagó alguna vez la luz, por lo que se cumple el rumor de que es un ser de luz. O también pueden gustarle las penumbras.

Sólo hay un libro sobre Él, pero está desactualizado.

sábado, 12 de enero de 2013

Preguntas que uno se hace si estudia teatro

Antes de salir a escena
¿Por qué no estudié jardinería?
¿Se entiende de qué estoy caracterizado?
¿Hablás vos primero?
¿Por qué no fui al baño?
¿Salimos?
Shhh, ¿Se escuchó eso?

En escena
Ehh, ¿Cómo era?
¿Hablaba él o yo?
¿Por qué no se rieron? Si fue bueno...
¿Estoy bien parado? No veo una mierda.
¿Me subí el cierre del pantalón?

Post escena
¿Cómo estuvimos?
¿Se rió alguien?
¿Eso es agua? Dame, estoy muerto de calor.
¿Se me corrió el maquillaje?
¿Se escuchó bien?
Estaba nervioso, ¿Se notó?
¿Cuándo vuelvo a salir?
¿Sólo una función más?


miércoles, 21 de noviembre de 2012

El hincha

El hincha es un soberbio. El hincha es técnico sin sueldo de técnico. Pateó mil penales desde la tribuna. Cabeceó con pique exquisito tantas veces que ya ni se acuerda. El hincha dio la vuelta atrás del alambrado. El hincha sabe que el árbitro no lo vio. El hincha sabe que él si lo vio. El hincha hizo el cambio diez minutos antes. Su charla motivacional fue mejor. El hincha es un bibliotecario, con deliciosos datos biográficos. Le leyó la mente al arquero. La picó con precisión. Gambeteó en los peores momentos. Sacó el lateral más rápido. El hincha no la devuelve. Desborda con agilidad. Lo camiseteó antes. El hincha lo expulsó al minuto. Ha echado a arqueros por hacer tiempo. Ha muerto de calor e improvisado gorros. El hincha nunca se fue antes. Perdió mil batallas. Venció en los peores momentos. Recitó formaciones de memoria. El hincha sabe que no se termina hasta que se termina. El hincha no renuncia. Jamás abandonó. Lleva el fixture grabado en el parietal derecho. El hincha insulta. También aplaude. El hincha provoca. Canta. Jamás golpeó a nadie. El hincha pide. Exige. Al hincha lo roban. Nunca robó. Se tatuó los colores en el alma. Se embarró muchas noches. Viajó sin saber. Volvió llorando. Gritó la gloria. Sufrió en silencio. Imaginó mil resultados. Soñó imposibles. El hincha llegó antes. El hincha estuvo siempre. El hincha está.

martes, 20 de noviembre de 2012

Las excusas de los fracasados

Una frase sin dueño dice: "Las grandes obras las sueñan los genios locos, las ejecutan los luchadores natos, las disfrutan los felices cuerdos, y las critican los inútiles crónicos". Y ahí afuera están esos críticos eternos, aquellos cuyas ideas nunca se ven y están siempre en la sombra, levantando la mirada para cuestionar el trabajo de los demás. Son miedosos, cautos al extremo, rencorosos de no ser ellos, envidiosos de la valentía ajena. Pero ahí afuera también hay valientes, genios locos, emprendedores delirantes, necios con espíritu que buscan, intentan, prueba, fracasan y regresan con mayor ímpetu, el doble de energía y el triple de pasión. A continuación, las tres frases que los inútiles crónicos llevan como estandarte. 

Está todo inventado

Mal por vos si no se te ocurre nada, si no sos original o si las ideas no te llegan. Otros están ahí afuera, buscando cómo dar vuelta lo ya inventado o partiendo de cero. Pensar que ya está todo inventado es el primer paso para el aburrimiento.

El país no está en un buen momento

En la década del 70 no fue buen momento por la situación política; en los 80 por la hiperinflación; en los 90 no era momento; después hubo crisis; y ahora incertidumbre. Si esperás que el país esté perfecto, en tu vida vas a hacer algo. El momento es ahora.

¿Y para qué?

La clásica pregunta del fracaso. La respuesta: porque sí, porque tengo ganas, porque creo que se puede, que si lo hago voy a ser feliz, a ganar dinero, a ser famoso o simplemente voy a perder el tiempo, pero lo voy a perder haciendo algo, y no dudando si resultará bien o no.

lunes, 19 de noviembre de 2012

La gallega del GPS es una histérica

Despreocuparse por dónde doblar. Ser alertado de los lomos de burro invisibles para el ojo humano. Escuchar advertencias por zonas escolares, radares vigilantes y fotomultas al acecho. Todo eso brinda el excelente invento llamado GPS pero... la gallega es una histérica.

Uno va circulando tranquilamente y descubre que ya sabe cómo ir. Sin embargo, la señora sigue insistiendo que doblemos a la izquierda, retomemos a la derecha, frenemos en el medio de la 9 de Julio, subamos a la vereda con tal de llegar como ella quiere llegar.

Lo mismo sucede con las velocidades. El aparato advierte que la "máxima es 70". Lo repite. Lo vuelve a decir. Un poco más y manda un mail contándome cuál es la máxima. No se da cuenta que voy a 40 en tercera. Pero me lo vuelve a repetir. Dan ganas de agarrar la pantalla y ponerla contra el velocímetro para que vea que voy a ¡40 putos kilómetros y en punto muerto! La máxima es 70. Andá a cagar.

- Doble a la derecha. -Pero hay casas, no hay calle. -Doble a la derecha. -Y dale con que doble a la derecha. Debe pretender que me meta en un living para ver cómo va el partido o saber si ya empezó Graduados.

Todas esas fallas compensan con dos virtudes: a falta de certezas, lo sigo adónde sea; me dice dónde me hacen multas. Oh, yeah. 

martes, 6 de noviembre de 2012

De San Pablo con amor

Hace dos semanas estuve en San Pablo para cubrir la 27° Feria Internacional del Automóvil. Lejos de las válvulas, los cilindros o las novedades del mercado, una serie de infinitos comentarios se pasaron por mi mente durante los dos días de cobertura. Aquí la situación:

- Ford, Chevrolet, Nissan. Todos destaparon autos impresionantes, tenían promotoras en vestidos apretados y servicios de launch de lo más generosos. Pero las reflexiones obvias fueron: "En Lugano con este auto te meten caño", "¿US$ 100 mil? Lo financian, espero", "Dicen que el auto es nuevo pero sólo agregaron mp3 a la radio", "¿Esa mierda te la cobran?".

- Estando en la habitación, sonó la puerta y al mirar por la mirilla noté a dos empleados del hotel. Abrí y al grito de ¡Señor Joachim! (?) me dieron una valija y la siguiente caja.


Para los que preguntan, les dejo opciones: a) una bomba b) ácido corrosivo en una efectiva trampa mortal c) una bombilla y un té en hebras. Creo que hubiera preferido tener ácido corriéndome por los ojos antes que verme a mí mismo leyendo el envase del té, escrito en portugués. De la valija no puedo decir mucho: era una valija.

- No entiendo por qué afirman que el español y el portugués son idiomas diferentes. Con tres palabras te manejás por la ciudad con total facilidad. Por pronunciación los números: uno, dois, treis, cuatro. Por pronunciación: ¿Cuántu custa? (cuánto cuesta), vergonha (vergüenza). Listo, nada más. El nivel suficiente como para gobernar Brasil. 

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Querido periodismo:

                                                   No hace mucho que nos conocemos pero siento que ya estoy en condiciones de decir frases como "pibe, esto está jodido", "café era el de antes" o "ésta yo ya la vi". No quiero que creas que peco de soberbio o que me pienso un gran profesional. Nada de eso. Sólo que ya puedo reflexionar ciertas cuestiones que, creo, serán moneda corriente con el paso del tiempo. 

A considerar esta situación: Llamo por una nota a un ejecutivo de una importante empresa y me responde: "Estoy entrando a una ponencia de dos horas. ¿Me podés llamar en dos horas?". Allí mismo pensé: "¿Sabrá este buen hombre que las noticias tienen un componente de inmediatez?". Porque quizás es simplemente un ingenuo, que piensa que la realidad lo espera a él, a sus tiempos, a su ritmo lento. Como te imaginarás, querido periodismo, le pedí que me respondiera las clásicas "dos o tres preguntitas" y que, al cortar, brindara la mejor ponencia del mundo. Dicho y hecho. Me respondió y cada uno siguió con su vida.

Sin embargo, en estos tiempos que corren, el invento del e-mail, tan práctico, higiénico y veloz, se volvió un arma de doble filo. El spam, los correos de publicidades de hoteles en Dubai y los descuentos en papas fritas inundan mi casilla a diario. Para que te des una idea, antes de despedirme de mi jornada laboral, me quedaron 22 cartas electrónicas por abrir. A veces pienso que soy cartero y que eso no es una redacción, sino las oficinas de Correo Argentino. 

No quiero aburrirte, querido periodismo, porque sé que estás ocupado lavándote lo amarillo; pero no puedo dejar de comentarte que, si no tengo el escritorio hecho un desastre, no me siento periodista. Y cuando digo desastre me refiero a vasos de café por la mitad, gaseosas sin terminar, diarios viejos, lapiceras sin tinta, anotadores medio escritos, envases de galletitas. Quien lea este párrafo puede pensar que soy un pordiosero, pero la verdad es que el hábito hace al monje. Por lo que estoy analizando ir vestido de monje, aunque sea los viernes.

Sin más, se despide tu amigo.

P.D.: No te olvides lo que me prometiste.