domingo, 25 de marzo de 2012

A mí también me pasan cosas. Parte II. Por Dios

Pese a lo que todos piensen, no me importa que haya gente que no crea en mí. Mejor. Los ateos se la pasan hablando de mí, haciéndome publicidad, y no me piden nada. Son los fieles perfectos. Por desgracia no todos son así. Las peores son las viejas que van todos los días a la iglesia. No es literalmente mi casa. Son sucursales. Pero ellas van, rezan, y piden. No se dan cuenta de que si no las ayudé ayer, hoy tampoco lo voy a hacer.

Además tengo que soportar las plegarias contradictorias. Cada uno quiere que gane su equipo y eso es imposible. En realidad, un fin de semana hice que todos ganaran, sólo por diversión. Inmediatamente borré ese día y lo hice empezar de nuevo. La AFA me quería matar.

Hay momentos complicados a la hora de recibir pedidos -sobre todo si es a la hora del almuerzo, cuando cierro por 20 minutos-. Muchas personas me piden que las ayude con problemas graves. No son culpa mía. Yo no los hice comer en McDonald's todos los días, ni tomar alcohol, ni tener que visitar a la suegra. Arréglense como puedan.

De todas formas lo admito: hay veces que meto la mano (nunca falta el tarado que me dice "la mano de Dios"... no sé por qué creé tantos imbéciles). Suelen ser casos extremos, como cuando hay chicos en juego. Muchos creen que ayudo en temas como las elecciones. No, ni cerca. Por más que me meta, el peronismo siempre gana en la provincia de Buenos Aires y los republicanos ganan en Texas. Son poderosos, hay que admitirlo.

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